Real Zaragoza 1 – Real Madrid 1. Partido adoquín.

Los adoquines son unos populares caramelos de gran tamaño que venden en Zaragoza. Es dificil tragarte uno. Viendo este partido, me sentí como aquella vez que me metí en la boca el adoquín de naranja. No se acababa nunca.
El Madrid salió a medio gas, con varios inútiles en la alineación titular: Pepe, Essien, Kaká o Callejón bajan ahora mismo demasiado el nivel del equipo titular. La maniobra de Pepe en el primer gol del Zaragoza fue antológica: dejó un agujero en el centro de la defensa del tamaño de una piscina olímpica.

Pese al gol encajado, el Madrid no enhebraba jugada alguna. Normal si, tapado Modric, el catalizador del juego es Essien, que tiene menos creatividad que el guionista de una porno. Los ataques del Madrid eran pelotazos de Ramos y Pepe que nunca llegaban a buen puerto. Y si lo hacían, ya se encargaba Callejón de meterse en fuera de juego. En días así no hago más que recordar lo bueno que es Alonso. Pese a no hacer casi nada, antes del descanso empató el Madrid, tras tiro seco de Ronaldo. Y casi llega el 1-2 en un cabezazo de Essien. Y yo que creía que era incapaz de usar la cabeza…

En el minuto 3 de la reanudación llegó la ocasión más clara del Madrid. Fue doble, o triple. Ronaldo falló un gol cantado, Marcelo reventó el poste y Essien tiró fuera. Todo en cinco segundos. Pensé que llegaría el gol, pero no lo hizo en todo el segundo tiempo. Ni siquiera cuando Mou tiró su habitual pirotécnia: triple cambio en el 60′. Algún día se lesionará el portero después de una decisión así y nos partiremos de la risa. Entraron Di María, que pareció cansadísimo; Khedira, pletórico y torpe como siempre, y Özil, que hoy no tenía pensado jugar y siguió sin hacerlo pese a salir al campo. Con 1-1 llegamos al final de un partido que a muchos les pareció intrascendente. El Madrid pudo ganar, pero también perder (hubo un par de buenas intervenciones de Diego López). Y ahora que lo pienso, venir de selecciones y tener Champions a la vista fueron la clave para que el partido se convirtiese en un caramelo gigante y pegajoso.