
Cada vez que Fede Valverde saca a pasear el cañón que posee en la pierna derecha, me acuerdo del gol que nos marcó Carlo Ancelotti en 1989. Me gusta pensar que Carlo nos está compensando aquel disgusto cada vez que le enseña a Valverde en un entrenamiento cómo se chuta desde lejos. El disparo desde fuera del área es una suerte en desuso. Asensio lo hace de maravilla, y este curso Valverde se está prodigando en esta suerte, quizá porque su nueva posición de interior derecho le habilita a hacerlo con más frecuencia. Hoy ha cerrado el partido con un violento disparo, usando los tres dedos exteriores del pie derecho para que la pelota describiese el efecto de fuera a dentro antes de quedarse a dormir en la portería de Bono. Fue el fin de fiesta a un partido entretenido en el que lo único que falló fue la cubierta retractil. Nos mojamos de lo lindo en los primeros 20′
La baja de Benzema colocó a Rodrygo como delantero centro, aunque el peso de la delantera lo llevó Vini Jr. Nada más empezar, Vini robó el balón en la posición de 11 y corrió hacia la ínea de fondo. Al llegar, levantó la cabeza y esperó el momento. Muchas veces, tan importante es la velocidad como la pausa. Bien lo sabía Butragueño. Vini esperó a que Modric apareciese como una exhalación en el segundo palo y entonces le regaló el gol. 1-0 y la sensación de que la tarde sería cuesta abajo.
Enfrente estaba un Sevilla FC en horas bajas, víctima de la mala getión de Monchi, que descabezó la defensa en verano y acaba de echar a Lopetegui. Los de Nervion jugaron con Isco de falso 9, que se mostró activo pero mal siyuado. El malagueño fue ovacionado cuando su nombre sonó por megafonía al presentar las alineaciones y también cuando fue sustituido a falta de 15′. Uno de los nuestros.
Parecía que la noche iba a ser placentera. El Madrid controlaba el juego y rozó el segundo en una falta de Alaba que salió lamiendo la escuadra y en un mano a mano de Vini, en el que el brasileño decidió mal al intentar regatear al portero.
Pero al volver del descanso, un magistral pase de Muriel fue rematado con picardía por Eric Lamela. Courtois tocó el balón pero no pudo alejarlo de su destino, que no era otro que la portería del Fondo Norte. Otra vez empate, como ante Osasuna. Pensé entonces que como aquella noche salió mal, hoy saldría bien. Ancelotti tardó en cambiar, como siempre, pero esta vez lo hizo con buen criterio. Primero sacó a Camavinga por Thouameni para que Kroos cogiese la manija, y despúes renovó a los dos laterales y colocó a Asensio en lugar de Modric. Fue el mallorquín quien comenzó con un pase de cirujano a Vini la jugada del segundo gol. El brasileño esta vez decidió bien y asistió a Lucas Vazquez, que acompañaba la jugada con la energía propia del recién salido del banquillo. Aun que daban 10′, pero lo más difícil ya lo habíamos hecho. Poco después llegó el pepinazo de Valverde y el partido quedó dedicido.
Quedaba, eso sí, lo peor de la noche. El Papu Gómez cometió en el descuento una entrada criminal sobre Valverde. En un balón intrascendente en la medular y con el partido decidido, fue a romper al urguayo. Por suerte no lo consiguió, pero da que pensar que alguien sea tan mal compañero de profesión. Y es que igual que Di Stefano instaló en el Real Madrid la resistencia a la derrota, Luis Aragonés instaló en el Atleti el contraataque o Cruyff el tiki-taka en Barça, Carlos BIlardo sembró en el Sevilla FC la semilla del mal. Y no pueden quitársela. Va en su naturaleza.