Real Madrid – Bayern Munich. El derby de Europa

El Real Madrid tiene tiene un gran rival en su ciudad, el Atleti; otro en España, el Barça,y otro en Europa: el Bayern. El de esta noche es el enfrentamiento más repetido en la máxima competición continental, fuera Copa de Europa, fuese Champions League. Podemos decir que la vida es lo que pasa entre eliminatorias contra el Bayern de Munich.

No se enfrentaron en los albores de la competición, pues la primera eliminatoria fue en 1976. Sin ley Bosman, el Madrid era un equipo de morenos bajitos  – con un alemán inflintrado, el habilidoso Nezter – mientras que el Bayern estaba repleto de rubios gigantes. Ahí no había españoles, en esa época no exportábamos jugadores. Alemania había ganado el Mundial 74 a la favorita Holanda del sobrevalorado Cruyff y venía con unos jugadores que quitaban el hipo. Empate en la ida en el Bernabéu y derrota 2-0 en Münich. Nuestra estrella, Amancio, campeón de Europa en 1966, fue expulsado en lo que sería su último partido en competición europea. Gerd «torpedo» Muller marcó los tres goles alemanes.

En 1987 se repite el duelo. El Madrid llevaba sin perder una eliminatoria dos años y medio, muchas de ellas seguían el mismo patrón: desastre en la ida en campo rival y remontada gloriosa en el Bernabéu. Riljeka, Anderletch, Inter de Milán dos veces, Tottenham, … todos caían. Contra el Bayern, en semifinales, se cumplió la primera premisa: nos volvimos con un 4-1 en contra y con Juanito expulsado tras pisar a Mathaus cuando yacía en el suelo. Aquel partido se televisó en diferido, y el comentarista decía que la expulsión de Juanito había sido «justísima». Otra vez el Bayern, otra vez nuestro 7 expulsado. Pero quedaba la vuelta y el Bernabéu se sentía invencible. Cuando acabó el partido con un insuficiente 1-0 a favor, algo se rompíó. El Madrid caía en Europa por primera vez en tres temporadas.

Al año siguiente llegó la venganza. La ida en Münich empezó fatal, pues llegamos a ir perdiendo 3-0 pero nuestra dupla ofensiva (qué bonito término) marcó sendos goles. Butragueño y Hugo Sánchez dejaron la ida en 3-2. En la vuelta ganamos 2-0. El segundo gol, obra de Michel, viene de un prodigioso pase de Rafa Gordillo. A la tercera y por primera vez, el Bayern quedó eliminado.

Se acababa el siglo XX cuando nos volvimos a cruzar con el equipo bávaro. En un formato que apenas duró una o dos temporadas, había dos fases de grupos y en la segunda compartimos grupo con el Bayern. Nos dieron para el pelo: 2-4 en casa y 4-1 fuera. Era un Madrid muerto, con Toshack despedido en diciembre, Del Bosque de interino. Jugábamos con I. Campo Karanka como centrales y con un imberbe Casillas de portero, aún en el instituto. Cuando nos volvieron a tocar en semifinales nadie daba un duro por el Madrid, más aún teniendo la ida en casa. Contra todo pronóstico en el Bernabéu ganamos 2-0, así que el 9 de mayo de 2000 salimos al Olímpico de Munich con cierta tranquilidad… Andábamos por Gandarío celebrando un cumpleaños frente a la tele, con nervios, risas y cervezas como para una boda. A los 10 minutos ya íbamos perdiendo 1-0 y aquello era un Vietnam, pero apareció Nicolás Anelka y marcó de cabeza en su única gran aportación al equipo. A veces me preguntan por el gol que más he gritado, creo que fue ése. Salí corriendo del bar y dí la vuelta a la manzana como un poseso. Acabamos perdiendo 2-1, sí, pero clasificados para la final que acabamos ganando. Seguramente la Champions más inesperada. Como muestra, el banquillo de esa noche en Munich lo ocupaban Albano Bizzarri, Manolo Sanchís, Christian Karembeu, Elvir Baljic, Perica “el átomo” Ognjenovic, José Manuel Meca y Sergio Sestelo. Ahí es ná.

Al año siguiente ue el primer año de Florentino Pérez como presidente. Llegó Figo, se fue Redondo. Empezaba el siglo XXI y nos tocó el Bayern de nuevo. Otra vez en semis. Otra vez la ida en casa… y perdimos 0-1. Había que ir a Münich a ganar, cosa que no habíamos hecho nunca y tampoco hicimos ese día. 2-1 y el Bayern clasificado para una final que ganó y dejó a Cañizares llorando.

Dos años después celebraba el Madrid su centenario y nos tocó el Bayern en cuartos. Ida en Munich con fenómenos paranormales: gol del entrañable Geremi nada más empezar y César detiene un penalty. Volvemos con derrota 2-1. Había que remontar, como antaño, pero llevábamos siglos sin hacerlo. Ese día nos pintamos Lucho y yo la cara de azul a lo Braveheart, llovió a mares (llovía de lado, como en Forrest Gump), conocí a mi suegra sin saber que lo sería y en el 70’ seguían las gafas en el marcador. No nos quedaban uñas cuando marcó Helguera el gol que nos clasificaba. Un amigo del cuñado de Petete que estaba ese día en la grada me dio un puñetazo en la celebración y salieron despedidas mis gafas. Después Guti remató el partido y la acercó un poco la novena Copa al Paseo de la Castellana. La cosa se culminó con la inolvidable volea de Zidane. Una amiga me llamó en el descanso para comentarla y ya nunca más vimos una final separados

Nos tocó de nuevo en los octavos un par de años después. Ese día Oliver Kahn, tan fantasma él, se comió un libre directo de Roberto Carlos que casi no tenía peligro. Éste se burló… ¡¡y lo sancionaron con un partido!! El duelo acabó en empate y en la vuelta ganamos 1-0. Esa noche éramos felices. Mucho. Era 10 de marzo de 2004. La mañana del día siguiente se llenó Madrid de sangre y dolor. Fue la última vez que echamos al Bayern y luego no fuimos campeones.

En la primavera de 2007 nos volvieron a tocar, Capello mediante. Al italiano no se le ocurrió otra cosa que salir a defender el 3-2 conseguido en la ida con un trivote en el centro del campo que duele leerlo: Diarrá EmersonGago. A los 10” ya íbamos perdiendo por una pifia de Roberto Carlos. Perdimos 2-1 con la sensación de no tener ninguna opción de victoria. Era la época de caer en octavos una y otra vez, un Madrid de entreguerras.

En 2012 Mourinho entrenaba al Real Madrid que estaba a punto de ganar la liga tras tres campeonatos seguidos de un Barcelona triunfante al que entrenaba Pep Guardiola. Nos tocó el Bayern en semifinales y nos trajimos en la ida un esperanzador 2-1. En la vuelta, ganábamos 2-0 a los pocos minutos y me recuerdo buscando vuelos para la final en la grada, fuera de mí, dando por hecha la clasificación para la final. El Bayern marcó de penalty – casi lo para Casillas – y nos condenó a una prórroga de infarto que acabó en una funesta tanda de penalties. Falló Kaká, falló Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos no es que fallase, es que puso el balón en órbita. Se piensa que todavía anda la bola gravitando por el espacio exterior.

Dos años después nos vuelve a tocar jugar contra el Bayern. Ancelotti en nuestro banquillo y Guardiola en el de enfrente, alabando a su manera la forma física de nuestro equipo (son atletas más que futbolistas). La ida empieza fatal, con un dominio alemán desesperante, pero antes de la media hora lanza el inefable Fabio Coentrao una contra y Benzema marca el único gol de la noche. La renta se antojaba breve y Rumenigge pronosticó que en Münich “arderían los árboles”. Aquel partido de vuelta fue prodigioso: el Madrid ganó 0-4 rompiendo todas las quinielas, con dos cabezazos de Sergio Ramos que anticiparon el que nos salvaría en Lisboa y otros dos goles de C. Ronaldo, 17 en total en aquella décima Copa.

Aquella victoria fue un punto de inflexión: nunca habíamos ganado en Münich y nunca hemos vuelto a perder. Las dos siguientes visitas al Alianz se saldaron con sendos 1-2, las dos veces fue el partido de ida y en las dos ocasiones nos clasificamos y ganamos la Copa de Europa, en 2017 y en 2018, pero en ambas hacerlo costó un Perú. Recuerdo una gran noche de Keylor Navas en el Bernabéu, recuerdo un golazo del imberbe Asensio y otro extraordinario de Marcelo. Recuerdo un penalty a las nubes de Arturo Vidal, un gol de James que casi nos echa… Era el Madrid de las tres copas seguidas, lo que nadie conseguía desde que a mediados de los 70 lo hiciese… el Bayern de Munich. Esta noche, de nuevo, se enfentan los ejércitos blanco y rojo. Es el duelo de Europa.

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